Buenos días señor Romero Loaiza:
Hubiera preferido iniciar este mensaje apelando a
su nombre, de un modo más coloquial y cercano, pero no lo encuentro ni en
su perfil ni en el blog http://caligrafiaarteydiseo.blogspot.com.ar/2012/10/tintas-ferrogalicas.html por
cierto más que interesante y que estoy leyendo hace varios meses, atrapado por
la información que Vd. ha tenido la generosidad de compartir con la comunidad.
Permítame contarle brevemente mis propias
experiencias con las tintas ferrogálicas. Ya ni sé cómo comenzó todo esto, pero
he sido siempre un cultor apasionado del libro (manuscrito o impreso) como
objeto primordial de vehículo del conocimiento y con categoría de inmortalidad
absoluta por sobre cualquier tecnología digital. En esto no pacto: soy
inflexible y defiendo con garras y dientes la vigencia del libro en papel. Del
amor a los libros a comprender el otro, más egocéntrico, por las plumas
fuente (estilográficas) y de cualquier cosa que deje una huella de signos sobre
un pedazo de papel, hay un corto paso.
A tal punto que el paso se ha convertido en un
salto abismal. De pronto me importa un bledo la posesión de las lapiceras de
alta gama que desesperan a los coleccionistas (póngale Vd. la marca y modelo
que quiera), y reconozco la idiotez crónica de haber gastado una pequeña
fortuna en varias de aquellas, aunque accesibles, absolutamente prescindibles
frente a la simpleza de un plumín de acero, noble y certero, y un poco de tinta
artesanal... Déjeme confesarle también que hago yo mismo mis propios cuadernos
y "libros biancos", con el papel que más me gusta y cosidos a mano.
Hoy no cambio las tintas ferrogálicas ni de
nogalina y el plumín por ninguna lapicera enjoyada con malaquitas, lava del
Etna, marfil de mamutes siberianos, pelos de caballo trenzados, madréporas o
madreperlas, huesos, maderas nobles, oro, diamantes, plata, rodhio,
titanio o lo que sea con lo que quieran adornarlas. El meollo de la
cuestión está muy en otra parte: en el alma de la tinta, en el papel
virgen y deseoso de la mano que lo siembre de signos, metáfora de la sangre y
del campo fértil, sea papel blanco o el bruto de madera, los prefiero para
siempre.
He preparado más de una veintena de veces la tinta
ferrogálica siguiendo unas cuantas variantes que se encuentran en la web. En particular, son muy recomendables las recetas de
Angel Cabrera Rodríguez:
En todos los casos, los resultados fueron
asombrosos, deliciosos, plenos y me han dado una felicidad que no sentía desde
que hacía cerámica; es difícil de comparar esta extraordinaria tinta con
las insípidas (y caras!) que alimentan las plumas fuentes. Hasta hace poco
tenía unos diez frascos rebozantes de tinta, todas listas para utilizar y luego
de largas batallas para rectificar algunos defectos más o menos notorios -poco
rendimiento, demasiado acuosas, o densas en exceso- todos ellos fueron
ajustados y las tintas obtenidas han resultado maravillosas. Son dóciles,
untuosas, invitan a meterse de lleno con ellas, el color y el tono varían del
negro intenso al verde oscuro o verde azulado. Todas fueron cocinadas a fuego
muy lento y sin llegar a romper el hervor.
Los ingredientes que uso son siempre los mismos:
nogalina para un tinte sepia-terroso intenso, negro de humo para aportar más
carácter y untuosidad, la goma arábiga como medio ideal, quizás un poco de
tanino en polvo y por supuesto el caparrosa o vitriolo de hierro, el sulfato
que aporta el ingrediente clave en las ferrogálicas. También suelo usar vino
tinto, vinagre en muy poca proporción como "antibiótico" para
prevenir hongos, y últimamente hasta he utilizado unas gotas de sangre de
drago.
A propósito de éste componente, tenía intenciones
de comprar una buena cantidad, pero el mercachifle de turno me frustró por
ahora, sólo porque de una semana a la otra, sin ningún aviso y ante la
inminencia de mi anuncio para comprarle, subió el precio a un nivel
exorbitante. Así es la clase media miserable y oportunista que tenemos por
estas pampas, son los mismos que se quejan de las políticas populistas de este
gobierno pero no pierden oportunidad de enriquecerse con el mínimo esfuerzo y
con la excusa de que "aumentó todo"... Ellos aumentan todo porque se
mueven por la pura codicia típica de una clase decadente y putrefacta.
El sangre de drago se vende en polvo aqúi, y
también en gotas que se prescriben para tratar algunas dolencias propias del
estrés de estos tiempos: gastritis, infecciones de la piel y otras similares.
No sé realmente cómo se prepara, nunca lo usé en esa forma, pero el color rojo
intenso y azafranado me dá idea de cosa buena, como todo lo natural.
Parece que me extendí demasiado, mil disculpas por
tanta pasión.
Edgardo Maldonado
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