miércoles, 15 de enero de 2014

Edgardo Maldonado: La pasión por las tintas.



Buenos días señor Romero Loaiza:



Hubiera preferido iniciar este mensaje apelando a su nombre,  de un modo más coloquial y cercano, pero no lo encuentro ni en su perfil ni en el blog http://caligrafiaarteydiseo.blogspot.com.ar/2012/10/tintas-ferrogalicas.html por cierto más que interesante y que estoy leyendo hace varios meses, atrapado por la información que Vd. ha tenido la generosidad de compartir con la comunidad.



Permítame contarle brevemente mis propias experiencias con las tintas ferrogálicas. Ya ni sé cómo comenzó todo esto, pero he sido siempre un cultor apasionado del libro (manuscrito o impreso) como objeto primordial de vehículo del conocimiento y con categoría de inmortalidad absoluta por sobre cualquier tecnología digital. En esto no pacto: soy inflexible y defiendo con garras y dientes la vigencia del libro en papel. Del amor a los libros a comprender el otro, más egocéntrico, por las plumas fuente (estilográficas) y de cualquier cosa que deje una huella de signos sobre un pedazo de papel, hay un corto paso.

 
Carta manuscrita de George Washington
A tal punto que el paso se ha convertido en un salto abismal. De pronto me importa un bledo la posesión de las lapiceras de alta gama que desesperan a los coleccionistas (póngale Vd. la marca y modelo que quiera), y reconozco la idiotez crónica de haber gastado una pequeña fortuna en varias de aquellas, aunque accesibles, absolutamente prescindibles frente a la simpleza de un plumín de acero, noble y certero, y un poco de tinta artesanal... Déjeme confesarle también que hago yo mismo mis propios cuadernos y "libros biancos", con el papel que más me gusta y cosidos a mano.
 
Lety Sordo Zabalegui / Colapen con nogalina
Hoy no cambio las tintas ferrogálicas ni de nogalina y el plumín por ninguna lapicera enjoyada con malaquitas, lava del Etna, marfil de mamutes siberianos, pelos de caballo trenzados, madréporas o madreperlas, huesos, maderas nobles, oro, diamantes, plata, rodhio, titanio o lo que sea con lo que quieran adornarlas. El meollo de la cuestión está muy en otra parte: en el alma de la tinta,  en el papel virgen y deseoso de la mano que lo siembre de signos, metáfora de la sangre y del campo fértil, sea papel blanco o el bruto de madera, los prefiero para siempre.



He preparado más de una veintena de veces la tinta ferrogálica siguiendo unas cuantas variantes que se encuentran en la web. En particular, son muy recomendables las recetas de Angel Cabrera Rodríguez:




En todos los casos, los resultados fueron asombrosos, deliciosos, plenos y me han dado una felicidad que no sentía desde que hacía cerámica; es difícil de comparar esta extraordinaria tinta con las insípidas (y caras!) que alimentan las plumas fuentes. Hasta hace poco tenía unos diez frascos rebozantes de tinta, todas listas para utilizar y luego de largas batallas para rectificar algunos defectos más o menos notorios -poco rendimiento, demasiado acuosas, o densas en exceso- todos ellos fueron ajustados y las tintas obtenidas han resultado maravillosas. Son dóciles, untuosas, invitan a meterse de lleno con ellas, el color y el tono varían del negro intenso al verde oscuro o verde azulado. Todas fueron cocinadas a fuego muy lento y sin llegar a romper el hervor.


Los ingredientes que uso son siempre los mismos: nogalina para un tinte sepia-terroso intenso, negro de humo para aportar más carácter y untuosidad, la goma arábiga como medio ideal, quizás un poco de tanino en polvo y por supuesto el caparrosa o vitriolo de hierro, el sulfato que aporta el ingrediente clave en las ferrogálicas. También suelo usar vino tinto, vinagre en muy poca proporción como "antibiótico" para prevenir hongos, y últimamente hasta he utilizado unas gotas de sangre de drago.

 
Lety Sordo Zabalegui / Trama con tiralíneas: abanico y nogalina
A propósito de éste componente, tenía intenciones de comprar una buena cantidad, pero el mercachifle de turno me frustró por ahora, sólo porque de una semana a la otra, sin ningún aviso y ante la inminencia de mi anuncio para comprarle, subió el precio a un nivel exorbitante. Así es la clase media miserable y oportunista que tenemos por estas pampas, son los mismos que se quejan de las políticas populistas de este gobierno pero no pierden oportunidad de enriquecerse con el mínimo esfuerzo y con la excusa de que "aumentó todo"... Ellos aumentan todo porque se mueven por la pura codicia típica de una clase decadente y putrefacta.



El sangre de drago se vende en polvo aqúi, y también en gotas que se prescriben para tratar algunas dolencias propias del estrés de estos tiempos: gastritis, infecciones de la piel y otras similares. No sé realmente cómo se prepara, nunca lo usé en esa forma, pero el color rojo intenso y azafranado me dá idea de cosa buena, como todo lo natural.



Parece que me extendí demasiado, mil disculpas por tanta pasión.



Edgardo Maldonado

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